El Real Oviedo desaprovechó otra ocasión para ponerse líder.
Los pitos sonaron en el Tartiere.
Son diez las temporadas que lleva el Real Oviedo en el pozo
de la Segunda División B y la Tercera división. Diez temporadas en las que no
ha valido, ni mucho menos, con el nombre y el escudo para sacar adelante
partidos. Como si se sintiera vértigo o miedo, el Real Oviedo cada vez que lo
tiene todo a favor para dar un golpe sobre la mesa y auparse al liderato, se
encoge, tiembla y se estrella estrepitosamente.
La del domingo fue la enésima decepción de los aficionados
azules. Con las derrotas del Zamora y del Celta B, todo era propicio. Con una
victoria en el, hasta entonces, “fortín” del Tartiere ante el Coruxo, se
alcanzaría el liderato. Un escenario demasiado favorable para el Real Oviedo. Algo
demasiado fácil para un equipo al que parece que le gusta complicarse la vida
sobremanera.
Los primeros minutos del partido, hacían temerse lo peor a
los aficionados azules. Un Oviedo muy espeso, que no era capaz de crear peligro
a la meta visitante, y un Coruxo muy bien plantado y con las ideas muy claras a
la contra. Se empezaba a escuchar ese murmullo clásico de los grandes campos.
Ese “run run” de una grada exigente. De una grada que ansía salir de este pozo
cuanto antes.
Y cuando este murmullo más crecía, balón al área de Orlando,
y Pardo en un error incomprensible comete un penalti estrepitoso. El Coruxo se
adelanta y con ello aparecen los primeros pitos en el Tartiere.
Quejas en el Tartiere Hugo Álvarez |
Y con este escenario se llegaba al final de los primeros 45
minutos. Con la señal sonora del descanso, más pitos para el equipo. Se buscaba
la reacción en la reanudación, una cosa muchas veces vista en el Tartiere.
Pero cuando comenzó la segunda parte, ni mucho menos el
equipo cambió. Todo seguía prácticamente igual. El Real Oviedo seguía
atenazado. Los pases en corto eran todos cortados, y los pases en largo eran
todos imposibles para el receptor. La presión era inútil y el Coruxo se sentía
cómodo.
Con el paso de los minutos, el conjunto gallego se iba
metiendo atrás y el Oviedo a base de empuje iba acercándose a la portería
rival. Fue entonces cuando el público se metió en el partido e intentó empujar
al equipo en busca de esa remontada heroica tantas veces vista en el coliseo
azul.
Pero ayer no era el día. Al equipo no le salía nada y la
grada acabó por desesperarse. Con el final del partido y la consumación de la
derrota, los pitos volvieron a aflorar esta vez de manera abrumadora. Y es que
con toda la ilusión que se había generado en este arranque de temporada, esta
miniracha negativa de dos derrotas seguidas ha sentado mal en el aficionado
azul. Pero todavía es pronto y eso es lo bueno. El público del Tartiere es muy
listo y ha visto de todo. Sabe que esto es muy largo, y que esto es solo un
toque de atención para el equipo. Y el Domingo que viene viajará a Luanco y
volverá a animar como si no hubiera pasado nada.
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